Caracas, 6 de octubre de 2025.
La concentración fue convocada de forma urgente tras el asalto a la flotilla humanitaria Global Sumud, interceptada por fuerzas israelíes en aguas internacionales. La indignación no tardó en traducirse en presencia física: colectivos sociales, movimientos feministas, defensores de derechos humanos y ciudadanos independientes se reunieron con un solo propósito —romper el silencio.
No hubo escenografía ni rituales. Lo que hubo fue palabra viva. Las consignas —“¡Abajo el sionismo, que va a caer!” y “¡Palestina vencerá!”— no fueron repetidas mecánicamente, sino pronunciadas con el pulso de quienes saben que la justicia no se delega.
Con voz firme, se escuchó detrás del megáfono: “No estamos aquí por moda ni por ideología. Estamos aquí porque cada minuto en Gaza es una herida abierta en la conciencia del mundo”. Frase seguida por aplausos espontáneos en muestra de solidaridad.
El asalto a la flotilla, que transportaba ayuda médica y voluntarios de 44 nacionalidades, fue el detonante. Pero lo que se denunció en Caracas fue más profundo: el patrón sistemático de ocupación, asedio y exterminio que se extiende desde 1948. La represión no es episódica. Es estructural.
Durante la jornada, se exigió la liberación inmediata de los activistas detenidos, la apertura de corredores humanitarios y el cese definitivo del genocidio. También se hizo un llamado a los países del Sur Global a asumir una postura activa, no solo diplomática, frente a la ocupación israelí.
La concentración no fue multitudinaria, pero fue contundente. Cada cuerpo presente representaba a miles que no pudieron estar. Y cada palabra pronunciada fue una forma de resistencia.
Desde Caracas, la denuncia no fue un gesto simbólico, sino una acción estratégica, ética y urgente. Marilion Zambrano, corresponsal de la Agencia de Noticias Internacional Ahlul-Bayt (ABNA), informa que la dignidad del pueblo sigue en pie.
Fotografía cortesía de: Iván Mc Gregor.
Su comentario